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Los cenotes son cuerpos de agua naturales formadas por el desgaste de la piedra caliza durante millones de años. El resultado son cuevas subterráneas y cavernas que se han ido llenando de agua por la filtración de las precipitaciones. Su formación se debe aproximadamente hace 65 millones de años cuando un meteorito de 10 km de diámetro cayó en el norte de la península del Yucatán, era casi tan grande como el monte Everest, provocando la extinción de los dinosaurios, la velocidad extrema con que aterrizó el asteroide fue de 20 kilómetros por segundo, 20 veces más rápido que una bala y se liberó en forma de 100 teratones de TNT, mil millones de veces más que las bombas de Hiroshima y Nagasaki.

Los cenotes de Yucatán son lugares místicos, milenarios y venerados por el pueblo maya, ya que representaban la principal fuente de agua dulce en una región que carecía de lagos y sufría largos periodos de sequía. Así, como medio de supervivencia, casi todas las aldeas mayas se asentaron cerca de un cenote, para tener asegurado el suministro de agua potable. Estas formaciones también eran importantes por razones místicas y religiosas. Los mayas creían que los cenotes podían ser portales al inframundo y, por tanto, una forma de comunicarse con los dioses. Los arqueólogos han encontrado restos de ceremonias religiosas que tenían lugar en los cenotes de Yucatán, incluidos sacrificios humanos.